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Cuando caminas por las calles holandesas parece que estás en una especie de plató de televisión... Todo es perfecto, miras por las venta...

Cuando caminas por las calles holandesas parece que estás en una especie de plató de televisión... Todo es perfecto, miras por las ventanas y todo es muy elegante y está en armonía. Son tan perfectos... que te preguntas qué esconden. Las fotos son mías y de mi amigo Enrique.

El acercamiento a Ámsterdam, ya desde el avión, es hermoso. Cuando sobrevuelas Holanda, sorprende la cantidad de agua que recorre el país y parece inundarlo. Parece que al aterrizar y poner el pie en el suelo uno va a tener que ir saltando de piedra en piedra para no caer al agua, pues se ven trozos de tierra verde y casas rodeadas de una maraña de ríos, canales, charcos y cursos de agua que parecen dejar islas de tierra. Luego ya en tierra no es así, claro, pero hay mucha agua por todas partes.



La gente suele ser bastante amable (más los jóvenes) y parece que casi todos saben inglés. Para preguntar y moverse por allí es importante el idioma, pues los letreros en holandés son muy complicados, y no se entiende nada ni por deducción. 
Hay como 7 canales concéntricos, aunque realmente hay muchos más. Es muy agradable pasear con calma y ver pasar los barcos por los canales, también observar las casas que dan a los canales y su reflejo en el agua, que no está muy limpia, pero no huele mal.




Ámsterdam, o al menos el centro, es una ciudad pequeña, sobre todo si se compara con Madrid, con muy pocos coches circulando, y donde la mejor forma de moverse es andando o en bici y para trayectos un poco más largos el tranvía. Sale bastante bien de precio alquilar una bici, y enseguida te sientes un poco más parte de la ciudad y menos extranjero desde la bici, pues la ciudad está llena de bicis moviéndose y atadas a cualquier sitio que se preste para ello. Es muy curioso ver cómo llevan decoradas las bicis, cómo llevan a los niños en carritos acoplados, la compra o incluso los  perros en sus bicis.




Hay muchos bares, restaurantes, coffe-shops, donde se ve a la gente tranquilamente sentada, y hay zonas de la ciudad donde huele a porro por la calle, como en la foto siguiente en la que se puede comprar cualquier droga.
También es casi obligado parar un buen rato en el mercado de las flores, colocado en paralelo a uno de los canales y donde se pueden comprar bulbos (los hay de Amarilis muy grandes) o flores de todo tipo.

La siguiente foto corresponde a uno de los mercadillos de Ámsterdam, en el barrio judío, arrancando en la plaza de Waterloopein, hay un mercadillo de ropa y cachivaches muy peculiar, para pasar el rato y comprar alguna cosa, de las que no hacen falta. Cerca hay un café con terraza hacia el canal, donde se come bien y se está muy a gusto viendo el panorama.
Ámsterdam es una ciudad llena de museos, pero para pocos días hay que elegir, según los gustos de cada uno cuáles visitar. El de Van Gogh merece la pena y no hay demasiada cola para entrar otro el Rijk museum o la casa-museo de Rembrandt. 

Sobre el famoso barrio rojo, que está en pleno centro de la ciudad, alrededor de la Oudekerk (iglesia vieja), parece que va a desaparecer y merece una visita, pero hay que buscar los callejones algunos bastante estrechos, entre calles de casas muy antiguas. Allí están filas de escaparates donde están las prostitutas, dentro de unas cabinas con puertas de cristal. Algunas son muy jóvenes, otras viejas…Resulta sorprendente y algo chocante y más aún si vas con tus hijos jóvenes, pero lo que yo ví no era sórdido.