Es el hermano que viste la túnica el que hace la cofradía . Todo lo demás es necesario, pero sólo en función de que haya nazarenos delan...

El mejor estreno anual de una cofradía son sus nazarenos

Es el hermano que viste la túnica el que hace la cofradía. Todo lo demás es necesario, pero sólo en función de que haya nazarenos delante de los pasos. Sin éstos, no hay Semana Santa. La historia enseña que, cuando aquellos faltaron, hermandades con bellas imágenes desaparecieron para quedar varadas en la arena de un altar sin oraciones. 

El nazareno saca su papeleta de sitio y no quiere dar problemas… ni que se los den, porque revestirse con la túnica no es simplemente un rito, una costumbre o una ceremonia. Al rezar a sus Titulares antes de la salida no se fija en las flores, ni en la derechura de las velas, ni siquiera en el atavío de su Virgen. 

El nazareno frente al paso sólo se ve a sí mismo y la túnica es un espejo donde uno se mira sin posible amaño. Y después, cuando la calle se convierta en templo y no existan bóvedas de piedra, hará su petición con el salmista: “Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu”. 

Pero, además de ese carácter íntimo, en ese hombre cubierto y voluntariamente anónimo recae la responsabilidad de que la hermandad crezca, que otros al verla se enamoren de ella y, así, perpetuarla en el tiempo. Cada uno de esos nazarenos, siendo una mínima gota de un caudaloso río, lo representa desde su origen. Cada uno es él mismo y quienes lo precedieron; es él, pero también los que habrán de venir después. 

El mejor estreno anual de una cofradía son sus nazarenos. No lo olvidemos.
(Extraído de El Correo)

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